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La nueva normalidad: sosteniendo finos equilibrios

Sosteniendo nuevos equilibrios

Estamos siendo testigos de hechos que suponen cambios muy profundos en nuestra sociedad. La actual situación de pandemia conocida y vivida por todos está poniendo a prueba, cuestionando y reconfigurando gran parte de nuestras costumbres y hábitos.

Es conocido por todos que gran parte de la población, especialmente la que vive en núcleos urbanos y desarrolla su actividad en el sector servicios, se ha visto obligada de modo improvisado a teletrabajar. Hemos escuchado durante años los beneficios de esta modalidad, desde el norte de Europa nos llegaban noticias de sus beneficios y bondades. Sin embargo, este “aterrizaje forzoso” en la “nueva normalidad” nos muestra una realidad más compleja. Desde lo estructural a lo cultural, caemos en la cuenta de que no estamos preparados para ello o estamos en un proceso de adaptación.

Los procesos psicológicos que contribuyen a nuestra estabilidad emocional actúan de manera constante, así como en nuestros cuerpos regulan la presión arterial o nuestra glucemia. Dichos procesos están en íntima relación con el medio ambiente, sabemos que, nuestra estabilidad psicoemocional depende también de los factores externos. Lo que hacemos diariamente, nuestras rutinas, la previsibilidad de éstas, nos devuelven una información que organiza nuestro psiquismo, un diálogo interno que da como resultado la percepción de que las cosas “tienen un sentido”. Trabajar en casa, supone, por tanto, no solo un mero cambio en nuestras rutinas, sino que requiere repensar nuestro “estar en el trabajo”, es decir, no solo la conducta manifiesta sino lo que para cada uno de nosotros puede significar. Factores como la dinámica de la movilidad hacia el trabajo y las relaciones interpersonales laborales con toda su diversidad pueden marcar una sutil diferencia entre la estabilidad emocional para muchos o la angustia desorganizante y el “sin sentido” para otros. Por lo tanto, sería importante tomarnos un momento para repensar estos hechos, (no sólo desde conductas, rutinas u horarios) sino desde el ser más consciente de “lo que se puede haber perdido en mi normalidad previa” y que contribuía a mi bienestar cotidiano. Quizá este ejercicio nos no brinde todas las respuestas, pero puede ser el inicio de “un nuevo diálogo que nos traiga organización y sentido a esta nueva situación que nos toca vivir”.

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